jueves, 10 de septiembre de 2009

Ara és l'hora catalans!

Desde hace muchos años, la fecha del 11 de septiembre está fijada en el imaginario nacionalista como el día en que los catalanes, en 1714, sucumbieron a las tropas de Felipe V y que fue el origen de todos los males que aquejan, aún hoy, a Cataluña.


Esta visión catastrofista no tiene visos de realidad, si bien ha servido para alimentar el resentimiento de los catalanes contra España, negocio que les ha funcionado bastante bien a ciertos políticos.


La realidad es que Rafael de Casanova y Antonio de Villarroel en ningún momento tenían la idea de combatir contra España sino todo lo contrario, les movía el bien de España y luchaban por su libertad que veían amenazada por un rey francés.


Para empezar, conviene estudiar quienes eran los protagonistas de la Guerra de Sucesión y como transcurrieron los acontecimientos. A continuación copio breves fragmentos de manera esquemática y recomiendo encarecidamente a los lectores inquietos que busquen por su cuenta con espíritu crítico otra versión distinta a la que nos enseñaron a la mayoría, entre los que me encuentro, en los colegios. Para empezar recomiendo el libro “Otra Historia de Cataluña”, de Marcelo Capdeferro, obra en la que desmonta los mitos del catalanismo.


Fragmentos obtenidos de liberalismo.org y otras fuentes:


En contra de todas las tergiversaciones surgidas sobre la figura de Casanova, hay que decir que fue un gran español que creía mejor y más libre la España de los Austrias que la de los Borbones, y con ese convencimiento lanzó un manifiesto -cuidadosamente ignorado por los manipuladores de turno- el 11 de septiembre de 1714 a las tres de la tarde, en el que, entre otras cosas, decía: "Se confía en que todos, como verdaderos hijos de la patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados con el fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por el rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España".

El 11 de septiembre Rafael Casanova, portando la bandera de Santa Eulàlia, patrona de Barcelona, fue herido de un tiro en una pierna. Posteriormente se refugiaría en San Baudilio, para en 1719 volver a Barcelona, donde siguió ejerciendo la abogacía, sin ser molestado hasta su muerte, en el año 1743.

(Eduardo Palomar Baró, Barcelona. Carta al director de El País, edición de Cataluña. Citado en José Luis Vila-San-Juan, "Mentiras históricas comúnmente creídas", pp. 235-236. Planeta, Barcelona, 1996)

[El duque de Berwick asediaba la Ciudad Condal desde principios de julio] (...) viendo el considerable valor que los barceloneses ejecutaban en su defensa, considerábalos verdaderos héroes y, dada su caballerosidad, intentó por todos los medios que la ciudad no fuese tomada a sangre y fuego (...) Así, el 3 de septiembre envió a un parlamentario para que, antes de iniciar un ataque general, se estableciesen conversaciones para proponer la rendición de Barcelona.
[...]
Rafael Casanova
[al igual que Antonio de Villaroel, general en jefe de las fuerzas austrófilas] era partidario de la rendición. Su exposición fue rebatida con brío por el segundo consejero, Salvador Feliu de la Penya. Reunido (...) el pleno del gobierno provisional, la cerrada negativa de los apasionados se impuso totalmente: 26 votos en contra y sólo 4 (entre ellos el de él mismo) a favor de la proposición de Casanova de aceptar conversaciones [en cursiva, en el original].

[Finalmente, en la mañana del 11 de septiembre las fuerzas borbónicas desencadenaron varios ataques] Villaroel insistió en que debía volverse a parlamentar con el duque de Berwick para evitar el asalto a sangre y fuego (...) Así se hizo. Tras el bando de Casanova de las tres de la tarde (...) se proclamó un "alto el fuego" y se iniciaron las negociaciones. (...) Berwick se mantenía en que la rendición (...) debía ser incondicional. Los enviados catalanes no podían aceptar aquel extremo.

El día 12, hacia la una de la tarde, se consiguió una transacción en la que, sin citar la rendición incondicional, se abriría Barcelona a las tropas felipistas, y Berwick daba su palabra de honor de respetar a la población, incluso a quienes habían tomado armas (...)

A las seis de la tarde (...) los felipistas ocuparon el castillo de Montjüic.

Al día siguiente todas las fuerzas borbónicas formaron al alba para escuchar un bando del duque de Berwick destinado a mantener el orden y prohibiendo toda injuria a los catalanes.

A las seis de la mañana las fuerzas de ocupación empezaron a entrar en la ciudad.

(JL VLS, op. cit., pp 237-242)

El día 16 se decretó la disolución del Consejo de Ciento, de la Diputación, de la Generalitat y del Brazo Militar. El día 19 llegó el nuevo gobernador, Juan Francisco de Bette, marqués de Lede, que no respetó, en absoluto, las condiciones de rendición estipuladas por Berwick, procediendo a la detención (con engaño) de los principales dirigentes austrófilos. Varios fueron ejecutados y aprisionados. Casanova se salvó porque, temiéndose lo peor, un amigo suyo médico firmó un parte de defunción, y su supuesto cadáver fue registrado en el hospital de la Santa Cruz.
[...]
En 1719 (...) debió de haber una amnistía, porque Casanova reapareció en público y volvió a ejercer tranquilamente su carrera de abogado.
[...]
Recordemos que fue un excelente conseller en cap
[en cursiva, en el original], héroe cuando debió serlo y pacifista cuando tuvo que ceder. Luchó por su patria (Cataluña y España) y se rindió con honor.

Pero no fue un mártir de la independencia catalana.

(JL VSJ, op. cit., pp. 243-244)

La tozuda resistencia que opuso Barcelona a los ejércitos de Felipe V tampoco fue la lucha heroica y popular que celebran cada 11 de septiembre los nacionalistas catalanes. La nobleza y el clero no mostraron ningún entusiasmo por seguir amurallados contra Felipe V, y las masas, entre gritos ahogados y casas arrancadas de cuajo, no pedían sino que se acabara la resistencia, y con ella el hambre y las bombas. Las peleas entre los líderes barceloneses también fueron frecuentes. Villarroel y Rafael de Casanova, dos de los héroes más celebrados, lucharon hasta el último momento, pero ambos se opusieron rotundamente a la resistencia final y se inclinaron por una solución negociada. La resistencia entre murallas, la resistencia entre barrios y calles muertas, no fue cosa ni latido natural del pueblo, sino empeño de unos grupos muy reducidos abandonados por la mayoría de los catalanes y tan carentes del sentido de la realidad como los que en 1641 habían hecho a Luis XIII conde de Barcelona para arrepentirse después y desangrar parte de Cataluña con la ocupación del ejército francés. Tan alejados de la realidad que todavía el 24 de septiembre de 1714, días después de que las tropas del duque de Berwick hubieran entrado en Barcelona, los embajadores catalanes desplazados a Londres continuaban alentando la resistencia, porque "lo cierto es que el rey Jorge I, el príncipe y su hijo y la corte de Hannover están inclinados a vuestro alivio y beneficio [...] sólo falta que de aquí se influya con eficacia y que Barcelona se mantenga así".
(Fernando García de Cortázar. "Los mitos de la historia de España", Planeta, Barcelona, 1996; pp. 147-148)


Fragmentos biográficos de los héroes del 11 de septiembre:


Antonio de Villarroel:


Era hijo de un militar acomodado, procedente de la localidad gallega de Vilanova dos Infantes (actual provincia de Orense), y de madre asturiana. Ingresó joven en el ejército, y en 1697 defendió Barcelona contra los franceses. Al comenzar la Guerra de Sucesión, formó parte del ejército de Felipe V. Sin embargo, al caer en desgracia el duque de Orleans marchó a Galicia, donde se adhirió a los aliados antiborbónicos. Fue nombrado teniente mariscal por el archiduque Carlos.


Rafael de Casanova:


Rafael Casanova i Comes (Moyá, 1660 – San Baudilio de Llobregat, 3 de mayo de 1743) fue abogado, consejero en jefe de Barcelona y líder austriacista catalán durante la Guerra de Sucesión Española.


El 25 de julio de 1713 las tropas de Felipe V comienzan el sitio de Barcelona y las defensas de la ciudad resisten. El 30 de noviembre de 1713, Casanova es nombrado Conseller en cap de Barcelona, la máxima autoridad de la ciudad. El cargo llevaba añadido el grado de coronel de los «Regimientos de la Coronela», la milicia ciudadana, que era el componente más numeroso de la guarnición que defendía la ciudad, así como el título de cabeza militar de la plaza.


Rafael Casanova animó a la tropa con las siguientes palabras:


Señores, hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios.


Pregón íntegro del 11 de Septiembre de 1714:


Bando que Rafael Casanova y Antoni Villarroel mandaron pregonar por todas las calles de Barcelona el 11 de Septiembre de 1714:


«Se hace saber a todos generalmente, de parte de los tres Excelentísimos Comunes, considerando el parecer de los Señores de la Junta de Gobierno, personas asociadas, nobles, ciudadanos y oficiales de guerra, que separadamente están impidiendo que los enemigos se internen en la ciudad; atendiendo que la deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España, está expuesta al último extremo de someterse a una entera esclavitud. Notifican, amonestan y exhortan, representando así a los padres de la Patria que se afligen de la desgracia irreparable que amenaza el favor e injusto encono de las armas franco-españolas, haciendo seria reflexión del estado en que los enemigos del Rey N.S., de nuestra libertad y Patria, están apostados ocupando todas las brechas, cortaduras, baluartes del Portal Nou, Sta. Clara, Llevant y Sta. Eulalia.


Se hace saber, que si luego, inmediatamente de oído el presente pregón, todos los naturales, habitantes y demás gentes hábiles para el ejercicio de las armas no se presentan en las plazas de Junqueras, Born y Plaza de Palacio, a fin de que unidos con todos los Señores que representan los Comunes, se pueda rechazar los enemigos, haciendo el último esfuerzo, esperando que Dios misericordioso, mejorará la suerte.


Se hace también saber, que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus cargos, explican, declaran y protestan los presentes, y dan testimonio a las generaciones venideras, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, quejándose de todos los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida Patria, y extermine todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados y todos en esclavitud del dominio francés; pero así y todo se confía, que todos como verdaderos hijos de la Patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados, a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España.


Y finalmente dicen y hacen saber, que si después de una hora de publicado el pregón, no comparezca gente suficiente para ejecutar la ideada empresa, es forzoso, preciso y necesario llamar y pedir capitulación a los enemigos, antes de llegar la noche, para no exponer a la más lamentable ruina de la Ciudad, para no exponerla a un saqueo general que profane los Santos Templos, y al sacrificio de niños, mujeres y a los religiosos. Y para que a todos sea generalmente notorio, que con voz alta, clara e inteligible sea publicado por todas las calles de la presente ciudad.


Dado en la casa de la Excelentísima Ciudad, residiendo en el Portal de S. Antonio, presentes los mencionados Excelentísimos Señores y personas asociadas, a 11 de Septiembre, a las 3 de la tarde, de 1714».


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