viernes, 6 de noviembre de 2009

La cruz de Europa

El Tribunal de Estrasburgo ha dictado una sentencia en la que declara que la presencia de los crucifijos en las aulas (en concreto en los colegios públicos italianos) es una "violación" de la libertad religiosa.

Esta sentencia parece negar la tradición cristiana de la que nace el viejo continente pues sin cristianismo “no existiría Europa” como ha recordado un ministro italiano. El crucifijo es un "símbolo" de la tradición y su exposición en las aulas no implica "adhesión al catolicismo".

Es sintomático que la decadencia cultural que viene padeciendo occidente vaya asociada a la separación de la Cruz. No sólo física sino lo que es peor, en todo lo que significa de sacrificio y amor.

Reproduzco a continuación la declaración de e-cristians sobre la polémica sentencia del Tribunal de Estrasburgo.

A reserva de conocer el texto de las sentencia, e-cristians considera que la cruz llena el espacio público europeo más allá de él, el espacio institucional en toda Europa. Aparece en banderas de los Estados, en monedas, en documentos, sin que ello equivalga a confesionalidad. Los suizos, noruegos, finlandeses, británicos y otros más, que viven, y en algunas ocasiones mueren, al servicio de una bandera cruzada, ¿están sujetos a un Estado que viola los derechos humanos? Es evidente que no. Están sirviendo, viviendo en una tradición concreta, más allá de su significado confesional o religioso.

Y si la cruz puede estar en la bandera, que es el símbolo de todo lo que significa un Estado, una nación, una patria, la tierra de los padres, si puede estar en las monedas, expresión máxima del poder institucional, no se entiende si no es por prejuicio ideológico que no pueda estar en la modesta pared de una escuela.

Por su parte, Jesús Higueras escribe en ABC:

Esta semana hemos conocido la sentencia del Tribunal de Estrasburgo según la cual la presencia de los crucifijos en las escuelas públicas «es contraria a la libertad religiosa».

No puede dejar de asombrarnos el afán que existe de querer quitar a Dios del ámbito público, pues mirar un Crucificado que dio su vida por amor a nadie puede hacer daño, ya que un gesto de amor tan grande nunca perderá su belleza original. Parece que se une un afán por imponer una sociedad que dé la espalda a la dimensión religiosa del ser humano con una cierta manía al fenómeno cristiano, lo cual no es nuevo en la historia y siempre ha tenido unas consecuencias nefastas para toda la sociedad, pues Dios es el único garante de la dignidad del hombre frente a todos aquellos que imponen un modelo particular de su visión de la vida.

Ignorar en Europa el cristianismo es querer borrar de un plumazo una historia, que con sus luces y sus sombras nos define y da razón de nuestro ser. Y un pueblo que desconoce su historia y sus orígenes es un pueblo que carece de identidad y por tanto está absolutamente a merced de cualquier corriente ideológica o cualquier grupo particular que someta a la tiranía a toda la población, eso sí, por medios «impecablemente democráticos».

Esta nueva sentencia nos hace ver que hay algo muy serio que no está funcionando bien en las estructuras de poder. Cuando los Estados y las Instituciones públicas desprecian la conciencia de los individuos han perdido gran parte de su legitimidad y olvidado su dimensión de servicio a la sociedad. Pasó el siglo XX como el periodo de los totalitarismos, pero ¿no será que el siglo que estrenamos no ha aprendido las lecciones tan dramáticas que los hombres «sin Dios» protagonizaron en tiempos pasados?

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