Valor y precio

Dice un viejo adagio que sólo los necios confunden el valor con el precio.

EL Real Madrid ha pagado 95 millones de euros para comprar a un jugador de fútbol, Cristiano Ronaldo, que además tendrá un sueldo anual de 9,5 millones netos. La prensa de todo el mundo dedica ríos de tinta a este desembolso record en todos los deportes: El Mundo titula que se ha pagado 57 veces su peso en oro, según la cotización de ayer en el Mercado Forex de materias primas de Chicago.

¿Inversión o gasto? Florentino Pérez, un ser superior como le denominó Butragueño, considera que es una inversión rentable y la cantidad pagada será compensada con creces gracias a la venta de camisetas, derechos de imagen y triunfos. En resumidas cuentas, eso es lo que vale, que entre la pelota porque si no el mejor proyecto hace aguas por todas partes y después de otra temporada en blanco, los aficionados son capaces de quemar el Bernabéu con todos los directivos y starlets dentro. Starlets como Paris Hilton con quien el flamante nuevo fichaje del Madrid se relacionaba afectuosamente anoche según publica ABC. Empezamos bien. Además de invertir esas cantidades astronómicas, Florentino haría bien en marcar un estricto código de conducta para que los jugadores se esforzaran más por conseguir copas en el terreno de juego que en los locales nocturnos.

Ayer mismo me encontré con un video impactante que es el mejor contraste con estas cifras astronómicas y la atención que acapara Ronaldo. Se trata de las mujeres invisibles (y hombres también) que trabajan en silencio día a día, muchas veces en labores humildes y poco reconocidas, podría decirse irrelevantes para los hombres… pero grandes para Dios si se hacen con dedicación y amor.

Nadie sabe el nombre de las grandes catedrales pero allí están resplandecientes. Construidas piedra a piedra, día a día, por personas anónimas. Como el artesano que se cita en el vídeo, también anónimo, que estaba tallando una pequeña ave en el interior de una viga, que iba a ser cubierta por el techo. Alguien se le acercó y le preguntó: “¿por qué empleas tanto tiempo en realizar algo que nunca nadie verá?”. El constructor respondió: “Porque Dios lo ve”.

Ellos confiaron en que Dios lo veía todo, tuvieron fe. Entregaron toda su vida a un magnífico trabajo sabiendo que nunca lo verían terminado.